Entre copa y copa, trataba de explicarle la diferencia entre una acción y una preferente.
–Comprar ésta no te convierte en accionista.
El tipo asentía y balbuceaba.
–Así… que… no… pue… pue…
¿Quién diablos era mi compañero de barra? ¿Por qué me había preguntado sobre la titularidad de acciones? ¿Qué hacía hablándole a un borracho anónimo? La noche estaba llegando a su ocaso y era tiempo de retirarme a dormir la mona.
De repente escuché una voz detrás de mí:
–Abogaaado, abogaaado.
Me di la vuelta pero no vi a nadie.
–Abogaaado, abogaaado.
Aquella voz me resultaba familiar. Era… No, no podía ser.
–Abogaaado.
Decidí que ya había tenido bastante jolgorio por una noche. Beber es para abogados penalistas, y hacía años que yo había dejado de serlo. Cuando salí a la calle me sobresaltó el frío de la noche, aunque no tanto como esa sombra que me seguía.
–Abogaaado.
[Este microrrelato fue seleccionado en el V Concurso de Microrrelatos de Abogados del mes de septiembre de 2013.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario