domingo, 29 de noviembre de 2015

Liquidación

El monstruo nos sorprendió mientras dormíamos. Empezó por rociarnos con un líquido que quemaba. Los que logramos escapar, fuimos perseguidos implacablemente. Escuchaba los terribles crujidos que anunciaban la muerte de mis camaradas. Yo fui aplastado, como otros, y dejado por muerto. Cuando se cansó de perseguirnos, la bestia recogió cuidadosamente nuestros cuerpos. Mi corteza estaba rota, y el veneno había penetrado en mi organismo. El dolor que sufría era insoportable. Deseé estar muerto.

Temí que su crueldad le llevara a quemar nuestros cuerpos o alguna perversión peor. Se limitó a dejar nuestros cuerpos amontonados como un monumento o una advertencia.

Cuando recobré la consciencia, era el único que aún vivía. De alguna manera conseguí escapar de entre aquella montaña de cadáveres y, arrastrándome, logré alcanzar un agujero protector. Mis entrañas ardían y algunas de mis patas permanecían inmóviles, pero a pesar de todo sentía una indescriptible voluntad de vivir.

Poco a poco, mis heridas comenzaron a sanar, incluso advertí que podía escalar como lo hacía antes, a pesar de que mis patas habían perdido parte de su movilidad. Un deseo de venganza me dominaba.


[Microrrelato presentado al Certamen de ENTC del mes de agosto de 2013.]

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